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Foto del escritorLorraine Ciudadella

Celebrar la Libertad ¿Qué significa?



El sábado pasado celebrábamos 208 años de libertad en México. El país entero, incluidos los más afligidos, salieron a las calles para olvidarse de todo y unirse al jolgorio: la palabra: “libertad” tiene significados distintos para todos.


Para algunos, “libertad” implica que fue esta, la última ocasión en que la familia más cínica de México se asomara por el balcón del Palacio Nacional para gritar “¡Viva la independencia!” (No sé ustedes, pero yo creí haber escuchado ‘interdependencia’)


Para otros, “Libertad” es refugiarse en la nostalgia de los héroes fantasmas, cuyas hazañas se cuentan hoy a modo de epopeya en los libros de historia por los maestros de primaria que cada vez se sienten menos orgullosos de su patria, y les empiezan a faltar motivos para presentarse a laborar cada semana.


Otros tantos, “celebran libertad” mientras se abandonan en los mares de los varios vicios que esclavizan al país: drogas, alcohol, velocidad, apuestas, el box incluso… porque es solo así que “se sienten libres (se sienten: porque no lo son, y el gusto les dura un rato, solo hasta que vuelven al mismo mar tras haber despertado en las arenas de la realidad y darse cuenta que no son del todo libres).


Para otros, libertad implica despertarse temprano a trabajar el domingo 16 a modo de consigna; como la de André Gide al decir que “El hombre no encuentra la felicidad en la libertad: sino en la aceptación de un deber” y que son probablemente los que sostienen la economía del país.


Otros, con su libre credo, celebran despertándose temprano para asistir a misa de 12 el domingo posterior al grito, y ponen en manos del todopoderoso (cómo sea que le llame cada quien) sus más fervientes anhelos.


Los diabéticos librándose de la costumbre al romper la dieta con antojitos (y olvidando que su padecimiento es la segunda causa de muerte en este país); los franeleros cobrando piso libremente en el domingo sin parquímetros (y estableciendo también libremente la tarifa, bajo la regulación de ‘según el sapo es la pedrada); los niños con su libertad de disfrazarse de revolucionario, caudillo, Frida Kahlo, o Tortuga Ninja en un día en el que se celebra más bien la Independencia (pero no importa, porque son niños y son libres de hacer lo que quieran), los vendedores ambulantes que andan libremente sin temor a ser sancionados en el domingo sin reglas, los que venden alcohol después de las 6... en fin.


Los conocemos a todos: viven en nuestro barrio, en nuestra casa o trabajan en nuestra oficina; van a nuestras fiestas y hasta les hacemos memes. Todos ellos y algunos más, son quienes pintan el paisaje de la diversidad social en México, y cada uno celebra la libertad como quiere y como puede.


Pero hay unos de los que casi nadie habla: los familiares de los miles de desaparecidos que se han llevado a no sabemos dónde el crimen organizado, la trata de personas, el tráfico de órganos y otras tantas fechorías más. Esos ¿Cómo celebran la libertad? Cómo si cada semana viven a expensas de las actualizaciones de quienes llevan su caso, y dependen del último bastión que los ata a esta vida: la esperanza. ¿Cómo? Sin siquiera tener la certeza de que estas personas están haciendo (bien) su trabajo y de que algún día volverán a encontrarse con los suyos y superar el viacrucis que les impide continuar con sus vidas de manera más o menos normal en este país de fosas clandestinas…

Ciertamente, de ellos, no sabemos mucho.



Por ejemplo, no sabemos cómo hacen para sacar fuerzas, sentir orgullo de ser mexicanos (¿lo sentirán?) y mantenerse de pie; mientras otros se regocijan con el patriotismo plástico que nos vende la selección mexicana y las tiendas de manualidades, además de los gastadísimos discursos ya tan repetidos de los políticos politiqueros que intentan darnos lecciones de moral y buenas costumbres sobre lo que nos debe orgullecer de ser mexicanos.


¿Qué sentirán ellos de vernos celebrando gozosos como si no hubiera un mañana, mientras solo desean que la celebración culmine al fin, para que el lunes todo vuelva a la normalidad y los investigadores sigan con su trabajo?




La semana pasada escuché de Rubén Blades decir que “Patria son tantas cosas bellas” mientras se le inflaba el pecho y se le mojaban los ojos. Cuándo decía eso, llevaba puesta una playera que decía “El mundo es de quienes lo caminan sin miedo”. Belleza.




Lamento saber que en los últimos años, al menos 37 mil 435 personas tuvieron en común la ilusión de haber pensado que podían salir a caminar por este mundo sin miedo; sin saber que esa misma noche no estarían en casa para la cena; y que las calles donde caminaban eran de México: el país que encabeza la lista con el mayor número de acciones urgentes, entre los 57 países que han ratificado la Convención contra la Desaparición Forzada de las Naciones Unidas. Les falló la patria Rubén.... ¿O cómo se le llama a eso, que definitivamente no es bello? Una lástima. Una desgracia nacional, como para al menos tomarnos un momento de silencio en medio de la fiesta, y pensar en ellos.



Aunque al respecto, no puedo olvidar a aquella joven Nahua que en medio de un mitote parecido a estos, tomo el estrado para exclamar “Si vamos a pedir un minuto de silencio por cada desaparecido, vamos a callar eternamente”.


Yo no me voy a quedar callada. Soy del grupo, también presente en el mapa de la diversidad social de México, a los que nos dicen “chairos” “haters” “agua fiestas” “amargados” “pesimistas” que piensa que no debemos celebrar la libertad, sin antes sabernos libres; y no, no quiero agüitarle la fiesta a todos los que si encuentran ánimos para celebrar, pero en mi mundo, no quiero que me convenzan de las “otras” mil razones por las cuales sentirme orgullosa de ser mexicana, si en esta fiesta de la libertad, hay más de 37 mil sillas vacías: “Si, estoy triste y no quiero que me convenzan de lo contrario”

De entre todas las conversaciones, narrativas y planes que armamos, planeamos y solemos escuchar en todos lados previo y post a la celebración del grito, hay unas que no debemos olvidar: las personas que tienen a alguien desaparecido, pasan estos días imaginando escenarios y deseando cualquier posibilidad:




Ojala la borrachera sirviera de distracción para que los raptores se distraigan y los cautivos puedan escapar…

Ojala el presidente decida tomar esto como una consigna personal, y pueda dar solución a estos casos antes de que se retire a ‘descansar’, aunque su única motivación fuera el no pasar a los libros de historia de México como el sexenio con más desaparecidos…

Ojala los fuegos artificiales sirvieran para iluminar lo suficiente las calles por donde desaparecieron nuestros seres queridos sin dejar rastro, para así poder encontrarlos o al menos tener pista de su paradero…

Ojala el lunes que todo vuelva a la normalidad, recibamos noticias favorables…

Ojala no tengamos que esperar al próximo presidente, o al próximo secretario; al próximo procurador o a la próxima vida, para volver a encontrarnos, y celebrar ahora sí, la libertad.


¡Viva Hidalgo! ¡Viva Josefa Ortiz de Domínguez! ¡Viva Morelos, Aldama y todos los demás! ¡Vivan lo que salieron a caminar con un sueño y no volvieron a casa! ¡Vivan! Porque por favor, los queremos vivos.



“Estoy triste porque no puedo irme sin dejar espacios vacíos… Y por aquellos que no me dejan descansar en el olvido…” Juan Gelman.


** Las fotografías de este articulo son de mi autoría y fueron tomadas en Monterrey hace 3 años en la marcha por los desaparecidos de Nuevo León, Guerrero, y todos los demás estados de la república. Muchos de ellos, siguen sin aparecer**

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